Hice unas cuantas chibis para regalar, cada una con los rasgos imprescindibles de sus futuras dueñas y finalmente ya llegó el momento de la despedida. Durante algunos días han estado todas las chibis juntitas en una estantería del salón como si fueran una diminuta gran familia y finalmente cada una llegará a las manos correspondientes. Cuando miro a las chibis no quiero que se marchen, lo único que me anima es que sé que cada una llegará a las manos adecuadas que las apreciará como es debido.

Lo que más me reconforta es la cara de sus dueñas cuando las ven por primera vez, ese momento es único.

Aquí dejo la primera que se marchó.

La despedida de mi primera chibi.

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